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Mi novio no es mi mejor amigo. ¿Algún problema?


"Salir con tu mejor amigo" es una manida supuesta clave del éxito sentimental que seguramente habrá oído alguna vez. Aunque compartan muchos de sus ingredientes, e incluso puedan llegar a confundirse en ocasiones, la amistad y el amor responden a necesidades diferentes del ser humano. Por lo tanto, ¿es buena idea que la misma persona ocupe dos roles tan relevantes?

La antropología define la amistad como “una relación voluntaria e igualitaria que contiene aspectos tanto expresivos como instrumentales, tiene carácter plurifuncional y es ajena al parentesco”, explica Josepa Cucó, catedrática de Antropología Social de la Universidad de Valencia. Es decir, es un nexo no sustituible (no vale cualquiera), libre, sin jerarquías ni autoridad, que además de permitirnos expresar sentimientos puede sernos materialmente útil (por ejemplo, servirnos de ayuda con una mudanza), además de cumplir diversas funciones sociales (como acompañarnos a tomar unas cervezas después del esfuerzo). Con esta definición, no sería tan difícil que el cónyuge y los amigos se encontraran bajo el mismo paraguas. No obstante, existen importantes singularidades. “El principal aspecto que nos permite diferenciar ambos estados es el carácter sexual inherente a los lazos amorosos”, sentencia Cucó.

La atracción es uno de los componentes exclusivos del amor. Es decir, no solemos tener relaciones íntimas continuadas y habituales con quienes consideramos simplemente camaradas. Para ello hemos creado otras etiquetas que van desde el matiz con derecho a roce al término recientemente recogido por la RAE amigovio. El sexo es por tanto el elemento que deslinda los dos planos y permite que se evolucione de uno al otro, pero ¿se puede seguir siendo amigos cuando los términos han cambiado? Es más, ¿es recomendable que sea así?

“La interpretación correcta de la amistad dentro de una relación amorosa, sería gozar de una buena comunicación, la coincidencia en puntos de vista sobre la vida y compartir proyectos. Sin embargo, pensar que su novio o novia debe ser su mejor o su único aliado, es un error”, asegura José Luis Zaccagnini, profesor de Psicología Básica en Universidad de Málaga (UMA) y miembro del Laboratorio de Emociones de la misma institución. No es recomendable que la pareja sea protagonista en todos los terrenos de la vida, del mismo modo que no compartimos la totalidad de nuestros intereses con cada uno de nuestros allegados. De entre ellos, probablemente haya algunos con los que nos iríamos encantados de viaje, otros con los que la fiesta y las risas están aseguradas pero a los que jamás recurriríamos para trabajar ni contarles un problema serio o vergonzoso. Con la pareja pasa igual: no tiene que llevárselo todo.

El ocio y la confianza no son únicos de la relación amorosa

Las confusiones entre ambos tipos de relación derivan fundamentalmente de dos conceptos: el ocio y la confianza. "Compartir con nuestro compañero sentimental únicamente las tareas cotidianas, las compras, los problemas o la educación de los hijos, y dedicar nuestro tiempo de asueto a disfrutar con gente ajena a la relación, puede provocar que acabemos asociando a esta persona con el tedio y el malestar", advierte José Bustamante, psicólogo especializado en relaciones de pareja y secretario general de la Asociación Española de Especialistas en Sexología (AES). Es bueno que compartamos con nuestro par inquietudes o hobbies y es sano realizar juntos algunas de esas actividades, pero ojo, tampoco debemos caer en el error de convertir la diversión en algo exclusivamente de dos. Según Zaccagnini, existe una peligrosa tendencia a "encerrarse en un círculo con el ser querido y aislarse de los demás". El experto defiende que todos los vínculos (pareja, familia, amigos) son importantes para el desarrollo personal y la felicidad, y no se debería prescindir de ninguno.

La confianza es algo que se busca de manera especial cuando se mantiene un noviazgo, pero no hay que perder de vista que este sentimiento se construye de forma diferente y evoluciona también de manera desigual en la camaradería y en el amor. La forma de vivirla y las necesidades que cubre en uno u otro caso pueden ser excluyentes: “Con un consorte se comparten más fácilmente aspectos de la intimidad más profunda, de las heridas o de los miedos, mientras que con un amigo resulta más fácil mostrarse sin remilgos”, afirma Bustamante. En el mismo sentido se manifiesta Antonio Esquivias, profesor de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) y experto en inteligencia emocional: “La base de la amistad es estar ahí para cuando necesitamos poner en orden nuestros sentimientos y para establecer un diálogo sin sentirnos juzgados, sino exactamente lo contrario: aceptados”. Piense en cuantas veces le han visto sus compañeros en situaciones ridículas o vergonzosas en las que le costaría más mostrarse frente a su pareja. Y siguen ahí.

“La amistad es la forma ética del Eros”, definía el sociólogo italiano Francesco Alberoni en un intento de señalar este vínculo como algo más puro y desinteresado que las relaciones amorosas. “Desempeña un papel muy importante: los amigos escoltan a lo largo del ciclo vital, proporcionan compañía y soporte emocional, contribuyen con eficacia a construir la identidad individual y social y ayudan a solventar los problemas y crisis de la vida cotidiana”, describe Cucó. De nuevo, podríamos incluir los lazos amorosos en esa definición aunque hay un pequeño matiz que es importante. Cucó, como el resto de los expertos, utiliza el plural en los nexos amistosos. Confraternizar es algo que se hace con muchos individuos. Su pareja puede pertenecer a ese grupo, pero no tiene por qué ser el mejor de ellos, ni, desde luego, el único.

Fuente: Helena Horrillo

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